
Es uno de esos días, en que la vida te da la espalda y no tienes fuerzas ni para tocarle el culo.
Vuelvo a sentarme en la duna para ordenar mis pensamientos y sujetar con fuerza las bridas de las palabras que escribo. Si pintara con el palo las que llegan a mi boca, seguro que acabaría en la cárcel, antes de que el viento pudiera borrarlas.
Maldigo el día en que me enseñaron a sacar el factor común, porque pensar que ese factor soy yo, me obliga a una introspección en busca del "porqué" y no encontrar la razón, incrementa mi rabia.
La furia contenida me bloquea. Si intento leer para evadirme...la falta de concentración me impide retener, imaginar y disfrutar, de lo que leo. Si pretendo usar la música cómo válvula de escape, las notas suenan tristes , manchadas...y abren el pozo de las autocompasiones al que no conviene asomarse.
En este punto quedan dos soluciones: la fuerza violenta de la venganza, (que es un camino que me niego a recorrer) o mandar a la mierda a los que me convierten el máximo común múltiplo.
Cuando despierte mi hija, después de ducharse, y vestirse de domingo aunque sea sábado, nos iremos de la mano a tomar un chocolatito con churros a La Antigua. Me refugiaré en el brillo de sus ojos y contemplaré sus morritos de chocolate. Esa imagen hará trivial todo lo demás.