Aunque no hacen nada más que abrumarnos con catastróficas predicciones, hoy en la radio he escuchado una entrevista que quería compartir.
En los alrededores de Madrid, hay dos gasolineras (no recuerdo el lugar) separadas por menos de un kilómetro. Una de ellas ha decidido prescindir de más de la mitad del personal que tenía amparándose en el paraguas de la crisis. Por el contrario, el dueño de la otra ha comunicado a sus empleados que no despedirá a nadie y que aguantará el chaparrón con ellos hasta el final.
Este hombre cabal montó la gasolinera con otros tres socios, con el dinero que les dieron hace años cuando les despidieron en nombre de otra crisis. Aclara, que aunque por fuera sea empresario, en su corazón se siente obrero y por lo menos morirá sin traicionarse por dinero y con la conciencia limpia de no destrozar la vida de sus trabajadores, alguno de su edad, apunto de jubilarse.
Vaya desde aquí mi aplauso a este pequeño rayo de luz entre los nubarrones.
2 comentarios:
Pues es una pena no saber dónde está esa gasolinera, para pasarse por allí algún finde con el tanque vacío.
Indagando un poco más en el segundo caso descubro que efectivamente es así! Pero es un negocio famuliar.
Publicar un comentario