El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los
hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y,
sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a
raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre
ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces
de convertirse en peligrosos; pero no se intentaba adoctrinarlos con la
ideología del Partido. No era deseable que los proles tuvieran sentimientos
políticos intensos. Todo lo que se les pedía era un patriotismo primitivo al
que recurrir en caso de necesidad para que trabajaran horas extraordinarias o
aceptaran raciones más pequeñas. E incluso cuando entre ellos cundía el
descontento, como ocurría a veces, era un descontento que no servía para nada
porque, por carecer de ideas generales, concentraban su instinto de rebeldía en
quejas sobre minucias de la vida corriente. Los grandes males ni los olían.
1984- GEORGE ORWELL
1 comentario:
Realmente impresiona la semejanza.
Un abrazo.
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