He pensado en lo absurdo de algunos regalos de Navidad y como han perdido su sentido primigenio con el paso del tiempo.
Se me ha ocurrido que las fiestas del año que viene, podríamos regalar un árbol.
Todavía no estoy loco, aunque lo parezca, me explico. Si muchos lo hicieramos, en vez de limitarnos a reciclar, borraríamos parte de la mancha que dejamos en nuestro efímero paso por la tierra.
La idea es comprar un árbol (preferiblemente autóctono) y en algún lugar cercano plantarlo el día de Navidad en compañia de la familia. Todos los años uno, asi el día de año nuevo se puede crear la tradición de dar un paseo por el lugar elegido y con el paso del tiempo ver como va creciendo. No salvaremos la tierra del calentamiento global, pero mejoraremos el entorno, sin duda alguna.
Si, en el pueblo donde vivo, 20 familias adoptaran esta idea, en 15 años tendríamos un parque de 300 árboles, en lugar de haber mandado a reciclar 500 juguetes. Una buena herencia a nuestros hijos.
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