Hoy en una reunión de mi comunidad, he oído un comentario sobre la inconveniencia de que uno de los vecinos alquilara su casa a algunos emigrantes.
Está claro que los españoles, no dejamos impagos, no destrozamos las casas y por supuesto somos silenciosos y personas de bien.
Los únicos que pueden hacer peligrar nuestra pacífica convivencia, son aquellos que un día abandonaron su país para trabajar doce horas en el nuestro igual que lo hicieron en su día nuestros padres y abuelos a otros países más prósperos.
A partir de hoy cuando me sirva un café una ecuatoriana, o me arregle un grifo un rumano, incluso cuando me despachen el pan las jovencitas polacas de mi panadería, pensaré que detrás de su sonrisa se esconden psicópatas "destrozacasas".
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