Una perla al día

viernes, 22 de febrero de 2008

La invisibilidad y la vergüenza


Una vez más, se demuestra que para existir no basta con el "Cogito ergo sum" del ilustre Descartes. Si bien el asunto de la “cognitio” es poco habitual en el presente. Tampoco es suficiente con la presencia en Internet que aducen los publicistas y tecnócratas actuales.
Señoras y señores, para existir hay que ser del "Madrid". Sí hay que serlo, por narices, por tradición familiar, por inercia, por instinto de supervivencia, por el albornoz, las tacitas, los muñequitos y/o los gayumbos que regalan, o por una simple cuestión de buscar la aceptación del rebaño.
Asistimos ayer a una rueda de prensa ignominiosa, donde un prepotente personaje monta un circo en busca de la “pax alba”, según sus propias palabras por el bien de España, ya que su presencia/ausencia en el combinado nacional, puede desembocar poco menos que en una conflagración ciudadana. Se prestan a tan triste representación, el seleccionador de fútbol y una caterva de “periodistas” diez veces más numerosa, que los que asistieron a la del insigne Patarroyo de hace unos meses.
Curiosamente ayer había competición europea, la UEFA para más señas , y tres equipos españoles se batían el cobre intentando pasar ronda. Este torneo sólo fue importante cuando jugó el Madrid, aquella final que perdió, con los escoceses . La cobertura informativa que se les ha prestado a los tres equipos ha sido inferior a la del campeonato de Petanca de Socuéllamos (dignísimo lugar por otra parte). Los aficionados del Atlético de Madrid, Villareal y Getafe, al igual que el resto de los equipos, no existimos.
Recuerdo aquella publicidad del Atlético que decía: papá, ¿Porqué somos del Atleti? La respuesta es clara y contundente. Nuestra conciencia, la náusea que nos produce la prepotencia y la capacidad de pensar con el corazón aunque seamos invisibles.
Cómo decía Shylock en su monólogo “Si nos pinchan, ¿no sangramos?Al igual que él, yo reclamo mi media libra de carne, pero por favor que no me la den de Raúl, que las reses viejas tienen el magro duro y lleno de nervios aunque hagan vestuario, sobre todo si se han dedicado a tirar del carro.

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